jueves, 4 de marzo de 2010

Prontitud para decir Sí ante la grandeza de la llamada

¡Ánimo, jóvenes! ¡Cristo os llama y el mundo os espera! Recordad que el Reino de Dios necesita vuestra generosa y total entrega. No seáis como el joven rico, que invitado por Cristo, no supo decidirse y permaneció con sus bienes y con su tristeza, él, que había sido preguntado con una mirada de amor.`Sed como aquellos pescadores que llamados por Jesús, dejaron todo inmediatamente y llegaron a ser pescadores de hombres'.

Sentid la grandeza de esta misión, dejaos arrastrar del todo por el torbellino en cuyo centro actúa Dios mismo, tened plena conciencia de realizar una misión insustituible. No permitáis que la insidia de la duda, del cansancio o de la desilusión empañen el frescor de la entrega.

La alegría de ser generosos

Queridísimos: comprendéis que os hablo de cosas muy importantes. Se trata de dedicar la vida entera al servicio de Dios y de la Iglesia, de hacerlo con fe segura, con convicción madura y decisión libre, con generosidad a toda prueba y sin arrepentimiento.

Abrid vuestro corazón al encuentro gozoso con Cristo. Pedid consejo. La Iglesia de Jesús debe continuar su misión en el mundo. Al hablaros de la vocación y al insistiros en seguir este camino, soy yo el humilde y apasionado servidor de aquel amor, que movía a Cristo cuando llamaba a los discípulos a seguirle.

Estad seguros de que si le escuchaseis y le siguieseis os sentiríais llenos de gozo y alegría. Sed generosos, tened valor y recordad su promesa: «mi yugo es suave y mi carga ligera».

Jóvenes: Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a salvarse. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedos a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso.

Perseverancia y fidelidad

Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serio a la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad a una coherencia que dure toda la vida.

Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es entrega, amistad, amor manifestado en la donación de la propia vida, como seguimiento definitivo.

Ser fieles a Cristo es amarlo con toda el alma y con todo el corazón de forma que ese amor sea la norma y el motor de todas nuestras acciones.

La fidelidad de Cristo alcanza en la Cruz su máxima y culminante expresión. De ahí que sea imprescindible la renuncia y la mortificación. Sin una ascética exigente y sin una disponibilidad para servirle profundamente enraizada en vuestro corazón, sin el hábito del olvido de sí, sería imposible amar de veras y ocuparse sólo de los intereses de Cristo.

Permitidme que os abra mi corazón para deciros que la principal preocupación ha de ser la fidelidad, la lealtad a la propia vocación, como discípulo que quiere seguir al Señor con una entrega total y con una disponibilidad apostólica sin condicionamientos ni fronteras. Sólo a la luz de esta entrega se pueden afrontar los demás problemas.

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