¡Cuántos jóvenes no poseen la verdad, y arrastran su existencia sin un «para qué»!; ¡Cuántos, quizá después de vanas y extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han abandonado, y se abandonan todavía en la desesperación!
¡Y cuántos han logrado encontrar la verdad después de angustiosos años llenos de interrogantes y experiencias tristes!
Pensad, por ejemplo, en el dramático itinerario de San Agustín, para llegar a la luz de la verdad y a la paz de la inocencia reconquistada.
¡Y qué suspiro lanzó cuando, finalmente, alcanzó la luz! Y exclama con nostalgia: «¡Qué tarde te amé! »
i Pensad en la fatiga que tuvo que pasar el célebre Cardenal Newman para llegar, con la fuerza de la lógica, al catolicismo! ¡Qué larga y dolorosa agonía espiritual!
Es verdaderamente impresionante saber que poseemos la verdad.
Él os ha elegido, de modo misterioso, pero leal, para haceros con Él como Él, salvadores;
Quiere transformaros en Él.
Cristo os llama de verdad. Su llamada es exigente porque os invita a dejaros «pescar» por Él completamente, de modo que vuestra existencia se contemple bajo una luz diversa Tratad de vivir sólo para Él.
Hay un modo maravilloso de realizar el amor en la vida: se trata de la vocación de seguir a Cristo en el celibato libremente elegido o en la virginidad por amor del reino de los cielos. Pido a cada uno de vosotros que se interrogue seriamente sobre si Dios no lo llama hacia uno de estos caminos. Y a todos los que sospechan tener esta posible vocación personal, les digo: rezad tenazmente para tener la claridad necesaria, pero luego decid un alegre sí.
En efecto, Dios ha pensado en nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro nombre, como el Buen Pastor que «a sus ovejas las llama a cada una por su nombre».
("La vocación explicada por Juan Pablo II")
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