En una palabra, nacimiento de Cristo significa que nosotros encarnamos y damos a luz al Cristo existencial, aquel mismo Jesucristo tal como en su existencia terrena sintió y vivió. Jesucristo nace y crece en la medida en que los sentimientos y comportamientos, reacciones y estilo de Cristo aparecen a través de nuestra vida.
Tenemos un destino materno: gestar y dar a luz a Jesucristo. En la medida en que nosotros encarnemos las conductas y actitudes de Cristo, el Cristo total avanza hacia su plenitud.
Maria dará a luz a Cristo en nosotros en la medida en que seamos sensibles, como Cristo, por todas las necesidades del mundo, en la medida en que vivamos como aquel Cristo que se compadecía y se identificaba con la desgracia ajena. La madre, es aquella que debe ayudarnos a encarnar ese Cristo vivo sufriendo con los que sufren a fin de vivir para los demas y no para nosotros mismos.
María dará a luz a Cristo en nosotros en la medida en que los pobres sean nuestros predilectos, cuando vivamos como Cristo con las manos y el corazón abiertos a los pobres, compartiendo su condicion y solucionando su situación. Maria será verdaderamente madre en la medida en que nos ayude a encarnar en nosotros a este Cristo de los pobres.
María dará a luz a Cristo en nosotros en la medida en que tratemos de ser como Cristo humildes y pacientes, en la medida en que reflejemos aquel estado de animo y paz, dominio de sí, fortaleza, serenidad; cuando precedamos como Cristo ante los jueces y acusadores, con silencio, paciencia, dignidad, cuando sepamos perdonar como él perdonó, cuando sepamos callar como él calló, cuando no nos interese nuestro propio prestigio sino la Gloria del Padre y la felicidad de los hermanos, cuando sepamos arriesgar nuestra piel al comportarnos con valentia y audacia como Cristo, defendiendo la verdad aun a costa de la vida. Maria sera verdaderamente madre en la medida en que nos ayude a encarnar a Cristo pobre y humilde.
María dará a luz a Cristo en nosotros en la medida en que vivamos despreocupados de nosotros mismos y preocupados de los demás, en la medida en que seamos como Cristo que se sacrificó a sí mismosin quejas, sin amarguras, sin amenazas, y al mimso tiempo dio esperanza y aliento a los demas. Maria debe ayudarnos a hacer encarnar en nosotros a este Cristo que amó hasta el extremo.
María será para nosotros la verdadera madre si nos esforzamos por tener su delicadeza fraterna.
Extraido del libro "El silencio de Maria" Larrañaga