Los religiosos y religiosas de vida apostólica renunciando al mundo se han consagrada a Dios mediante la profesión pública de los consejos evangélicos (votos de pobreza, castidad y obediencia) según un carisma específico (franciscanas, dominicanos, salecianos, etc) y en una forma estable de vida común para el servicio apostólico.
Ellos deben continuar en cada época tomando ejemplo de Cristo, el Señor, alimentando en la oración una profunda comunión de sentimientos con él, de modo que todo su modo esté impregnada de espíritu apostólico y toda su acción apostólica esté sostenida por la contemplación.
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